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La Caída de RN

Renovación Nacional y la Unión Demócrata Independiente están juntos porque se necesitan, no porque lo quieren. Si compitiendo individualmente podrían obtener como mínimo las cuotas de poder que obtienen compitiendo en conjunto, se pondría fin a la Alianza por Chile.

Por ser una coalición necesaria, la distribución interna de poder a menudo acaba en negociaciones arduas y complicadas, que rara vez dejan satisfechas a ambas partes. Porque lo que le conviene a uno, no necesariamente le conviene al otro. Sin embargo, han decidido permanecer juntos durante las últimas dos décadas.

El origen de ésta paradoja está en la formación de la coalición en 1989, tras el retorno a la democracia. Si bien un clivaje ideológico agrupó a los partidos que se opusieron al gobierno militar en una coalición, y a los que estuvieron a favor en otra coalición, han sido las reglas electorales las que las han perpetuado.

Por un lado, las reglas de elecciones presidenciales dan por vencedor al candidato que logre más de 50% de los votos. Esto ha llevado a que los partidos busquen agruparse en coaliciones para obtener una mayoría que de otra forma sería imposible.

Por otro lado, las reglas de elecciones legislativas otorgan 2 escaños a la lista más votada si logra doblar en votos a la segunda lista más votada. Esta ha llevado que los partidos busquen agruparse en coaliciones para intentar doblar a la otra coalición, o bien para evitar el doblaje en contra.

En un comienzo, RN fue el partido más poderoso dentro de la Alianza. Se impuso a la UDI en todas las elecciones que siguieron el retorno a la democracia, lo que le permitió ser el controlador de las decisiones dentro de la coalición y preservar el poder al auto-designarse la mayoría de los cupos electorales.

En 2000 esta situación se revirtió. Si bien fue en gran parte debido a los constantes conflictos entre la UDI y RN, tres hechos específicos destacan como los responsables en el cambio en el balance de poder, donde la UDI finalmente reemplazó a RN como el partido más grande de la coalición.

El primer hecho lo protagonizaron Sebastián Piñera y Evelyn Matthei en 1993. En la batalla por la candidatura presidencial, el espionaje telefónico a una conversación de Piñera (Piñeragate) derrumbó la esperanza de ambos. Finalmente Matthei renunció a RN y se sumó a la UDI.

El segundo hecho se dio en el marco de las convenciones presidenciales de la Alianza el mismo año, cuando RN levantó a Manuel Feliú como candidato, pero las élites de la UDI unilateralmente decidieron reemplazarlo con un candidato de su propio sector: Arturo Alessandri Besa.

El tercer hecho se dio en las elecciones senatoriales de 1997, cuando la “campaña de las drogas” de Carlos Bombal (UDI) amartilló la de Andrés Allamand (RN) en Santiago Oriente. El ímpetu de la victoria llevó a que Joaquín Lavín (UDI), alcalde de Santiago, se auto-proclamara el candidato presidencial de 1999.

El exitoso–y sorpresivo–rendimiento de Lavín en las elecciones presidenciales de 1999 fue el principio de la caída definitiva de RN. La potente campaña de Lavín fue usada por la UDI como la inspiración para movilizar a todos los votantes de la derecha tras su causa.

En 2000, el mismo año que la segunda vuelta presidencial, la UDI por primera vez logró obtener más votos que RN en una elección. El hecho marcó el final del liderazgo de RN. En 2001, 2004, 2005, 2008 y 2009 la UDI fue el partido más votado de la Alianza.

El poder en la Alianza suma-zero. Cuando un partido obtiene poder, es a costo del otro. Y la historia muestra que el poder ha sido sistemáticamente transferido desde RN hacia la UDI. Sin un cambio significativo a las reglas electorales, RN está condenado a permanecer como el partido más pequeño de la derecha.

Una Coalición en Crisis

La administración de Sebastián Piñera tiene un problema notorio, cuando se trata de gobernar en coalición. En este artículo postulo que:

  • La ‘Coalición por el Cambio’ es una coalición legislativa, no una coalición de gobierno. (Las coaliciones legislativas son aquellas donde los partidos votan sistemáticamente de forma coordinada; las coaliciones de gobierno son aquellas que reparten las carteras del gobierno de forma relativamente proporcional a su peso en el poder legislativo).

Lo situación óptima sería que cada coalición de gobierno fuera la misma que la coalición legislativa. Los potenciales efectos negativos de no tener esta alianza son los siguientes:

  1. Baja coordinación entre la presidencia y el congreso, que conlleva a estancamiento legislativo.
  2. Tensión entre los partidos de la coalición, que conlleva a una baja en las encuestas de opinión pública.
  3. Crisis constitucional, donde la legitimidad del Presidente es cuestionada.

Una forma de evitar—o revertir—estos efectos negativos es:

  • Homogenizar la composición del gabinete con la composición del Congreso.

Formación de Coaliciones

En la mayoría de las democracias, los partidos políticos compiten para acceder al poder legislativo (Congreso), para acceder al poder ejecutivo (gobierno), y para influir en el curso económico, social y político del país por medio de políticas públicas. En base a estos tres objetivos, la literatura que explica la formación de coaliciones se puede organizar en torno a tres enfoques.

  1. Modelos basados ​​en los intereses de los partidos. En esta línea se supone que los partidos son actores racionales que buscan por sobre todas las cosas aumentar su cantidad de escaños. Por eso, si electoralmente le conviene, los partidos buscan agruparse en coaliciones.
  2. Modelos basados en las ideologías de los partidos. En esta línea se supone que los partidos son actores ideológicos que buscan maximizar la influencia de sus políticas públicas. Por eso, los partidos buscan agruparse en coaliciones solo con otros partidos que tienen similares intereses ideológicos.
  3. Modelos basados en reglas institucionales. En esta línea se supone que los partidos responden a las ‘reglas del juego’. Es decir, dependiendo de las reglas electorales, los partidos buscaran competir por si solos o en coaliciones.

En Chile, podemos explicar la formación de coaliciones con una combinación de los tres enfoques. Por ejemplo, cuando los partidos de oposición a Pinochet se organizaron para la elección de 1989, determinaron a priori que juntos obtendrían una mayor cantidad de votos que separados. Pero además, las elites de los partidos decidieron que solo partidos con ideologías similares podrían participar.

Estos incentivos a formar una coalición se vieron reforzados por la particularidad de las reglas electorales. En elecciones presidenciales (donde se necesita 50%+1 de los votos), se determinó que ningún partido podría ganar una elección de forma independiente. En elecciones legislativas (concurrentes a presidenciales), se determinó que los partidos tendrían una mejor oportunidad conservando la misma coalición que usaran en las presidenciales.

La Concertación

Tras formarse en 1989, la Concertación pasó de ser una coalición electoral a una coalición legislativa y de gobierno. Por lo general los legisladores de la Concertación votan en la misma dirección y con la misma intensidad. Salvo algunas excepciones (Andrés Zaldívar y Fernando Flores, por ejemplo) es evidente que la Concertación se ha solidificado como bloque en el Congreso.

A la vez, también logró reflejar de forma proporcional la composición de sus partidos en el Congreso en los gabinetes de sus gobiernos. El Partido Demócrata Cristiano (PDC) siempre tuvo más carteras que el resto de los partidos de la coalición, por ser el partido con más escaños. Fue seguido por el Partido Socialista (PS), el Partido por la Democracia (PPD) y el Partido Radical (PRSD):

  • Patricio Aylwin (1990-1994) tuvo un gabinete de 21 personas. La composición del primer gabinete fue la siguiente: {10 PDC/6 PS/1 PPD/2 PRSD/2 Independientes}. En total pasaron 27 ministros. Hubo 1 cambio de gabinete.
  • Eduardo Frei (1994-2000) tuvo un gabinete de 21 personas. La composición del primer gabinete fue la siguiente: {10 PDC/4 PS/3 PPD/1 PRSD/3 Independientes}. En total pasaron 54 ministros. Hubo 4 cambios de gabinete.
  • Ricardo Lagos (2000-2006) tuvo un gabinete de 21 personas. La composición del primer gabinete fue la siguiente: {10 PDC/5 PS/4 PPD/2 PRSD/0 Independientes}. En total pasaron 53 ministros. Hubo 3 cambios de gabinete.
  • Michelle Bachelet (2006-2010) tuvo un gabinete de 22 personas. La composición del primer gabinete fue la siguiente: {7 PDC/5 PS/5 PPD/1 PRSD/4 Independientes}. En total pasaron 46 ministros. Hubo 4 cambios de gabinete.

La Coalición por el Cambio

Piñera no ha podido replicar este modelo exitoso de coalición. Mientras ha contado con una coalición en el poder legislativo, no ha gobernado con una coalición en el ejecutivo. La composición de sus gabinetes muestra el cambio de modelo:

  • Sebastián Piñera (2010- ) tiene un gabinete de 22 personas. La composición de su primer gabinete fue la siguiente: {13 Independientes/4 RN/4 UDI/1 PDC}. La composición de su segundo gabinete fue la siguiente: {12 Independientes/5 RN/5 UDI}. La composición de su tercer gabinete fue la siguiente: {10 Independientes/6 RN/6 UDI}.

En vez de reflejar la fuerza de su coalición en La Moneda, Piñera decidió confeccionar un gobierno personalista. Decidió ignorar el hecho que la UDI y RN son los partidos con más escaños de la coalición en el Congreso. Al privilegiar ministros independientes en el gabinete, Piñera creó una serie de problemas por goteo.

Un problema ha sido el lento avance en el frente legislativo. Desde su inauguración, Piñera no ha logrado pasar proyectos de Ley trascendentes para su administración. Las constantes rencillas entre la UDI y RN durante el primer año de gobierno, permitieron a la Concertación lucrar políticamente.

Otro problema ha sido la descoordinación en el gobierno. El gabinete—compuesto mayoritariamente por ministros independientes provenientes del sector privado—ha chocado con los intereses de las élites de la coalición. La composición homogénea de los gabinetes de la Concertación exitosamente canalizaron las diferencias por jerarquías partidarias.

El efecto de estos dos últimos problemas ha contribuido a una baja paulatina en la opinión pública. Al ver poco progreso en el legislativo y descoordinación en el ejecutivo, la gente ha castigado la política en general y a la coalición titular en particular. Una consecuencia grave de no solucionar estos problemas es una potencial crisis constitucional, donde el Presidente puede perder su legitimidad ante la gente.

Analistas políticos han reiterado que a La Moneda le falta peso político. Sin embargo es importante clarificar que esto no significa ‘que hacen faltan políticos con mayor habilidad para hacer política’. Significa que ‘hace falta un gabinete coordinado con gente que proviene de los partidos políticos’.

Si bien la entrada de Allamand, Matthei, Chadwick y Longueira al gabinete es un paso en la dirección correcta, también puede ahondar los problemas de no tener un gabinete políticamente alineado. Una disputa de poder, entre ministros independientes y ministros políticos podría desprestigiar aún más la poca sensibilidad de Piñera de gobernar sin el afecto de los partidos.

Candidatos Presidenciales Anti-Sistema

Hay una piscina con alrededor de 22 potenciales candidatos para ser electos a la presidencia en 2013 (ver aquí). Entre ellos se repiten sistemáticamente alrededor de 6 nombres en todas las encuestas. En la Alianza se repiten Laurence Golborne, Joaquín Lavín y Rodrigo Hinzpeter; en la Concertación se repiten Michelle Bachelet, Ricardo Lagos Weber y Carolina Tohá.

¿Cuáles de ellos serán los candidatos definitivos y por qué?

En el libro Radiografía de una Derrota, Eugenio Tironi argumenta que una campaña electoral exitosa esta compuesta por dos factores:

  1. Definir un clivaje que tenga sentido para los electores y permita poner en relieve y potenciar los atributos más positivos del candidato y de su coalición.
  2. Conseguir que ese clivaje sea el que domine la campaña y que los electores lo tengan en su mente al emitir su voto.

Este ha sido, al menos, el caso en Chile desde el plebiscito de 1988.

La primera campaña presidencial fue en 1989. Alrededor de esa elección se fijó el clivaje ‘izquierda/derecha’ y ‘democracia/autoritarismo’. La Concertación se abanderó el tilde ‘izquierda/democracia’, mientras que la derecha se abanderó el tilde ‘derecha/autoritarismo’. Tras 17 años de régimen autoritario, Aylwin no tuvo mayores problemas para derrotar a Buichi.

La segunda campaña presidencial fue en 1993. En esta elección se mantuvo el clivaje de 1989. El balance, sin embargo, favoreció a la Concertación, que logró incorporar un componente de continuidad para ejecutar reformas pendientes (para cimentar instituciones políticas) y ampliar las inversiones extranjeras (para mejorar la capacidad competitiva de la economía).

La tercera campaña presidencial fue en 1999. Alrededor de esa elección se fijó el clivaje ‘izquierda/derecha’ y ‘continuidad/cambio’. La Concertación se abanderó el tilde ‘izquierda/continuidad’, mientras que la Alianza se abanderó el tilde ‘derecha/cambio’. En esta elección la derecha abandonó el respaldo–que había dado en 1989 y 1993–al gobierno autoritario, y adoptó un concepto de cambio a su plataforma de campaña. Tras una década de la Concertación en el poder, la Alianza casi llegó a la presidencia con esta estrategia.

La cuarta campaña presidencial fue en 2005. Alrededor de esa elección se fijó el clivaje ‘izquierda/derecha’ y ‘cambio de liderazgo/cambio político’. La Concertación se abanderó el tilde ‘izquierda/cambio de liderazgo’, mientras que la Alianza se abanderó el tilde derecha/cambio político. Dado que Lavín había herido mortalmente el clivaje ‘democracia/autoritarismo’ en 1999, la Concertación se vio forzada a cambiar su estrategia. El alza de Bachelet en las encuestas naturalmente ocupó el espacio de cambio de liderazgo y fue más potente que el mensaje de cambio político que proponía la derecha de Piñera y Lavín.

La quinta campaña presidencial fue en 2009. Alrededor de esa elección se fijó el clivaje ‘izquierda/derecha’ y ‘mejor gestión/cambio en el modelo’. La Concertación se abanderó el tilde ‘izquierda/mejor gestión’, mientras que la Alianza se abanderó el tilde ‘derecha/cambio de modelo’. La Concertación se vio forzada a realizar una autocrítica a las redes de corrupción y burocracia que habían echado raíces durante sus gobiernos. Sin embargo, esta estrategia no fue suficiente para convencer a los votantes, quienes ya buscaban un cambio de modelo.

En todos estos casos (1989, 1993, 1999, 2005, 2009), la coalición que mejor definió el clivaje, y que lo transmitió de manera más efectiva a los votantes, ganó la elección. Esta tradición se repetirá en 2013. Por eso, es importante anticipar cuál será el clivaje, y cuál es el candidato mejor posicionado para transmitirlo a los votantes.

En 2009 ocurrió un hecho crucial para anticipar el clivaje de 2013: la irrupción de Marco Enríquez-Ominami. Su campaña transversal recogió votos de ambos lados del espectro ideológico, mostrando que hay una buena parte de los votantes que no esta votando en referencia al clivaje ‘izquierda/derecha’– ‘cambio de modelo/mejor gestión’. Este grupo de votantes–que bien pueden inclinar el resultado definitivo de la elección– esta enfocado a castigar a aquellos que provienen del sistema–político y económico–imperante.

Mi intuición es que la elección de 2013 tendrá un clivaje ‘izquierda/derecha’– ‘sistema/anti-sistema’. Principalmente porque existen problemas estructurales en el sistema político (leyes electorales) y en el sistema económico (financiamiento de educación y salud), que ninguna de las dos coaliciones ha logrado revertir.

A partir de la lista de potenciales candidatos presidenciales de tresquintos (ver aquí), compuse un gráfico que posiciona a los presidenciables en un clivaje ‘izquierda/derecha’–‘sistema/anti-sistema’.

(Click en imagen para agrandar)

El eje ‘izquierda/derecha’ muestra el clásico posicionamiento de los candidatos de acuerdo a su distancia ideológica del centro. En la Alianza supongo que los candidatos de RN están más lejos del centro que los candidato de la UDI. En la Concertación supongo que el PDC es el partido más cercano al centro, seguido por el PRSD, el PPD y el PS. Si bien los candidatos están posicionados para reflejar esta escala en algunos casos existen candidatos que son más representativos de la coalición que de su partido (e.g. Bachelet).

El eje ‘sistema/anti-sistema’ muestra la diferencia entre aquellos que adhieren a al sistema y los que no adhieren al sistema. Es principalmente la diferencia entre militantes y no militantes, pero toma en cuenta aquellos que están en algún punto intermedio (representan un cambio en el sistema, siendo parte del sistema). A diferencia de la escala ideológica continua, el eje ‘sistema/anti-sistema’ es nominal y se divide en 3 categorías.

Los nombres en el primer tercio del gráfico (Longueira, Lavín, Allamand, Matthei, Golborne; Andrade, Lagos E., Gómez, Walker) son potenciales candidatos que militan en los partidos de la Alianza y la Concertacion. Son parte del sistema y no representan un cambio en la opinión de la gente.

Los nombres en segundo tercio del gráfico (Bachelet, Velasco, Golborne) son aquellos que si bien están dentro del sistema de partidos, no son sistemáticamente asociados con ellos. Bachelet fue electa por su capacidad de desmarcarse de los partidos, Velasco y Golborne son independientes que proyectan una imagen que rechaza la militancia tradicional.

Los nombres entre el primer tercio y el segundo tercio (Tohá, Orrego) son potenciales candidatos que representan una renovación generacional, pero por dentro del sistema. Mientras son símbolos de cambio, también son símbolos de continuidad–al ser lideres de sus respectivos partidos.

El nombre en el tercer tercio (Arrate) representa al potencial candidato del pacto Juntos Podemos Más. En este caso utilizo a Jorge Arrate para mostrar que el candidato de esa coalición tiene la misión de proponer un cambio radical en el sistema.

Finalmente, el nombre entre el segundo tercio y el tercer tercio (Enríquez-Ominami) es el de un candidato que viene del sistema, pero propone cambiarlo radicalmente. Representa un rechazo al sistema, no adhiere al sistema y no gobierna con los partidos.

Si el clivaje de la elección de 2013 es ‘sistema/anti-sistema’, la coalición que nomine un candidato que se acerque más a satisfacer esa demanda estará mejor posicionada para ganar. En este caso, el candidato idóneo de la Alianza es Golborne. Como candidato independiente (cercano a la UDI), representa una categoría de candidatos que no se han visto desde 1989 en la Alianza. Para la gente es atractivo la nominación de un candidato que venga de fuera del sistema para solucionar los problemas del sistema.

Los candidatos idóneos de la Concertación son Tohá, Orrego, Bachelet y Velasco. Si bien Tohá y Orrego representan un cambio generacional, no necesariamente representan un cambio al sistema. Bachelet proviene del mundo de los partidos, pero su reputación la coloca en un lugar que no es evaluado transversalmente con el de los partidos. Y Velasco, como independiente, representa una posición exógena al sistema (independiente de su postura ortodoxa sobre la economía). Por eso, podría consolidarse en una figura interesante para la gente.

Finalmente, Marco Enríquez-Ominami es un candidato que representa un cambio al sistema desde fuera del sistema. Pese a su paso por el PS, su postura en las elecciones de 2009 dejan en claro su voluntad de romper con el sistema imperante. Podría ser un candidato con alta votación, tanto por dentro de la Concertación como por fuera.

Cambio de Gabinete: ¿Cuándo y Quiénes?

Previo a la publicación de la encuesta Adimark (Mayo 2011) publiqué un artículo donde especulé sobre las repercusiones que tendría el sondeo sobre el gobierno. Allí expliqué que el cambio de gabinete era condicional del porcentaje de apoyo de la encuesta. Sostuve que si obtenía más de 40 puntos un cambio de gabinete no era necesario; sí obtenía entre 40 y 35 puntos tendría que hacer un cambio sectorial; y si obtenía menos de 40 puntos tendría que hacer un cambio político.

Obtuvo 36.

Sigo pensando que el cambio de gabinete es necesario. ¿Cuándo? Piñera tiene 2 opciones, ambas con ventajas y desventajas.

  1. Lo antes posible. Frente a la encuesta de Mayo, es obvio que algo no anda bien en el gobierno, y todos lo saben. El sostenido declive no es sorpresa y no es difícil identificar dónde esta el problema. En mi artículo pasado sostuve que es un problema político pero solucionable de forma sectorial. Contrario a la escéptica actitud con el cual el gobierno ha evitado referirse a las encuestas vocería («no se gobierna mirando encuestas»), acusar recibo de la voz del pueblo le vendría hacer bien. Una pronta solución podría convencer a la gente que Piñera entiende el problema. En este sentido, postergar un cambio de gabinete podría ahondar la sensación de que Piñera no está en contacto con realidad del país. Inevitablemente se reflejaría en las próximas encuestas, llevando a Piñera a un nuevo récord en las encuestas.
  2. Después de la encuesta CEP de Junio-Julio. La tendencia en la opinión pública no va cambiar radicalmente. Sobre todo de un mes a otro. Los resultados presentados por Adimark son reflejo de la variación mensual, y están altamente correlacionados con los resultados de otras encuestas. La encuesta CEP confirmará el débil momento del gobierno. Tomar la decisión de rotar ministros del gabinete después de la encuesta CEP sin duda robustecería la opinión conformada tras los resultados de Adimark. Pero, decidir qué ministros cambiar no es una decisión que se debe hacer mirando el pulso público. Por el contario, Piñera sólo lograra revertir la tendencia si logra solucionar problemas de fondo que solo el puede identificar.

Me tiendo a inclinar por la primera opción. Piñera sabe donde le aprieta el zapato. No necesita esperar otra encuesta para confirmar que las piezas que no están funcionando no están funcionando. Ahora bien, más importante de cuándo se tome la decisión, es qué decisión tomar. En lo que sigue me refiero a tres opciones que tiene Piñera para efectuar el cambio de gabinete.

  1. Un cambio político. Lo que no esta funcionando en el gobierno es el manejo político. La inexperiencia de no gobernar le esta pasando la cuenta. La inhabilidad de Piñera para alinear a los partidos de su coalición (donde las zancaídas entre power players de la Alianza han significativamente reducido la capacidad de gobernar), ha impedido que el gobierno conecte su programa político con el programa político de las élites de los partidos. Esto ha impedido a Piñera y su equipo cercano (segundo piso) tomar decisiones que cuentan con respaldo transversal de la coalición.También ha estrechado la distancia de negociación entre la Alianza y la Concertación, ahondando la incapacidad del gobierno para alcanzar acuerdos. Una solución a este problema es reemplazar los ministros que hasta ahora han tomado las decisiones políticas del gobierno, Rodrigo Hinzpeter, Ena von Baer y Cristián Larroulet.
  2. Un cambio sectorial. Mientras un cambio político ayudaría a reorganizar la estrategia del gobierno, no solucionaría problemas inmediatos. El efecto de tener un mal manejo político se ha manifestado en malas decisiones (completamente evitables) en ciertos sectores de la administración pública. Esto tiene un efecto directo en la evaluación del jefe de cada cartera. Por ejemplo, la sensacional discusión pública por el post-natal terminó afectando a la Ministra de la Comisión Nacional de la Mujer, Carolina Schmidt; HidroAysén le paso la cuenta a la ministra de la Comisión Nacional de Medio Ambiente, María Ignacia Benítez; las marchas de estudiantes y apoderados forzaron la estrepitosa caída del ministro de Educación, Joaquín Lavín. Estos ministros, junto a otros que han sido incapaces de entregar resultados concretos (entre ellos Hernán de Solminihac de Obras Públicas y Jaime Mañalich de Salud) son opciones claras para dejar La Moneda. Un cambio en uno o más de estos sectores apuntaría a neutralizar — al menos momentáneamente — la critica de grupos organizados en contra de la estructura burocrática del gobierno.
  3. Enroque ministerial. La naturaleza política del problema de Piñera es un reflejo de la mala estrategia política del gobierno, no de la capacidad individual de los ministros. Sin duda que los ministros son profesionales capaces de llevar a cabo las tareas que se le han encomendado. Por eso (y compromisos personales del presidente con ciertos ministros (Andrés Allamand y Evelyn Matthei), Piñera podría apuntar decidir rotar a ministros entre carteras, de forma de no afectar el balance de poder dentro de La Moneda. Por ejemplo, Allamand podría enrocar con Hinzpeter (defensa por interior).

En conclusión, el cambio de gabinete es necesario y mientras antes suceda mejor. Creo que el mejor tipo de cambio de gabinete sería uno donde Piñera reemplace ministros sectoriales por caras frescas que vienen del mundo de lo partidos (no el mundo empresarial). Reciclar caras viejas o traer a gente del poder legislativo (podría llegar el primo del Presidente, el Senador UDI Andrés Chadwick a vocería), solo reforzaría la endogamia política del cual todos los chilenos estan manifiestamente hartos. En cambio, al reemplazar ministros sectoriales Piñera podría reservar el cambio de ministros políticos para una potencial baja en la CEP. Si Piñera cambia a los ministros políticos ahora, y sigue cayendo en encuestas, no tendrá excusas que dar.

¿Cambio de Gabinete?

Todos los dardos apuntan a un bajo índice de apoyo a Piñera en la encuesta Adimark de Mayo 2011. Tras 3 meses de un bajo apoyo en las encuestas, no hay duda que la contingencia esta afectando de sobremanera al gobierno. Esto no es más que un reflejo de la inhabilidad de La Moneda para producir resultados visibles. Por eso, el efecto de la encuesta de Mayo (2011) podría cambiar drásticamente el curso del gobierno.
 
Mi vaticinio es que podría haber un cambio de gabinete. Esta predicción está hecha en base a que hay ciertos ministros que no pueden salir del gabinete:
 
  • Andrés Allamand (entró a Defensa desde el Senado con un compromiso de seguir hasta el final del gobierno), Evelyn Matthei (entró a Trabajo desde el Senado con un compromiso de seguir hasta el final del gobierno), Laurence Golborne (tiene el nivel de aprobación más alto del gabinete), Joaquín Lavín (tiene el segundo nivel de aprobación más alto del gabinete), Felipe Larraín (es raro cambiar al ministro de Hacienda a mitad de gobierno), Alfredo Moreno (Relaciones Internacionales no es una cartera pólemica, y su cartera ha tenido la mejor aprobación sectorial en encuestas), José Antonio Galilea (Agricultura no es una cartera polemica), Felipe Kast (es protegido de la UDI), Felipe Bulnes (tiene una buena percepción en la opinión pública), Rodrigo Pérez (en Abril reemplazó a Magdalena Matte en Vivienda), Pedro Pablo Errázuriz (en Enero reemplazó a Felipe Morandé en Transporte).

Entre los ministros que quedan, podrían haber 2 tipos de cambio de gabinete, dependiendo del porcentaje de apoyo a Piñera en la encuesta:

  • Entre 35%-40%. La aprobación tendría continuidad en relación a meses pasados. En este caso Piñera tendría que la desición de reemplazar a los sectores de su gobierno que han estado bajo escrutinio público en los últimos meses. Aquí mi predicción es un cambio de gabinete sectorial. Podría salir María Ignacia Benítez de la Comisión Nacional de Medio Ambiente,  Carolina Schmidt del Servicio Nacional de la Mujer, Hernán de Solminihac de Obras Públicas o Jaime Mañalich de Salud.
  • Bajo 35%. La aprobación sería significativamente más baja en relación a meses pasados. En este caso Piñera tendría que tomar desiciones para reparar algo que un simple enroque de ciertos sectores de su gobierno no podría lograr. Aquí mi predicción es un cambio de gabinete político. Podría salir Rodrigo Hinzpeter de Interior, Cristian Larroulet de la Secretaría General de la Presidencia o Ena Von Baer de la Secretaría General de Gobierno.
 

Candidato Presidencial de la Alianza

En una columna publicada el 11.05.2011 en El Mercurio, Gonzalo Rojas implica que el candidato de la Alianza no debe ser electo por primarias:

A la Coalición, los plazos le corren paralelos. Debe gobernar y, al mismo tiempo, debe conseguir que sus seis eventuales candidatos puedan ofrecer un programa que mejore mucho lo presente. Y para que aquéllos se muestren, el mecanismo clave -contrariamente a como lo sugieren algunos dirigentes en ambos partidos oficialistas- no son las primarias.

Continúa la idea, pero denuevo deja en claro que primarias no son necesarias, y que lo mejor para la Alianza es escoger un candidato conocido por la gente:

El tema decisivo es primario también, pero en su sentido más propio: lo primario, lo primero, es que los chilenos sepamos quiénes son realmente las seis personas que podrían alcanzar esa nominación.

Estoy en contra de esta opinión. Precisamente porque creo que son las primarias las que deben ser el mecanismo por el cual se conoce a los candidatos. En mi visión, las primarias impulsan las probabilidades de que una coalición logre elegir a su candidato en la elección. Mientras más coordinada este una coalición, más difícil será ganarle. Las elecciones presidenciales pasadas respaldan esta opinión.

En las elecciones de 2005, por falta de coordinación la Alianza llevó dos candidatos (Joaquín Lavín y Sebastián Piñera) a las elecciones presidenciales. Aunque la suma de sus votos fue suficiente para derrotar a la candidata de la Concertación (Michelle Bachelet) en la primera ronda de las elecciones, la división de la Alianza llevó a la victoria de Bachelet en la segunda vuelta.

Este fue también el caso de las elecciones de 2009, cuando la Concertación decidió anti-democraticamente elegir a su candidato (Eduardo Frei), en lugar de celebrar primarias. (Las primarias en la VI y VII regiones fueron cualquier cosa menos democráticas). Esta decisión causó que dos militantes de la Concertación (Jorge Arrate y Marco Enríquez-Ominami) a abandonar de la Concertación y persiguieran candidaturas propias. Aunque la suma de los votos entre los 3 ex-Concertación eran suficientes para derrotar al candidato de la Alianza (Sebastián Piñera) en la primera ronda de las elecciones, la división llevó a la victoria de Piñera en la segunda vuelta.

En otros países la necesidad de primarias esta asumida. En Estados Unidos el partido Repúblicano y el partido Demócrata celebran primarias en el transcurso de un año precio a la elección definitiva, donde cada parte lleva al menos 7 candidatos de los suyos para debatir entre si. Las primarias son nacionales (y federales: se celebran en cada Estado) y el pre-candidato que gana es proclamado candidato oficial con el respaldo de los candidatos perdedores.

En Argentina las primarias usualmente no ocurrían, por lo que una Ley  aprobada en 2010 estipula que los partidos deben competir en primarias nacionales para poder designar a sus candidatos para las elecciones generales (ver Ley N º 26.571, art. N º 20). Además, los partidos que pretenden fusionarse con otros partidos en coaliciones deberán hacerlo antes de la elección primaria, no después. Si esta ley se habría promulgado para la elección de 2002, el Partido Justicialista (PJ) habría tenido un candidato en lugar de tres (Carlos Menem, Néstor Kirchner y Adolfo Rodríguez Saá) para la elección presidencial, y seguramente habría arrasado en la primera ronda.

El punto es que las primarias–voluntarias o no–son una forma de maximizar la coordinación dentro de coaliciones (o partidos).  Por un lado el simple hecho de establecer primarias le suben los bonos a las coaliciones. Pero si las élites de una coalición establecen primarias de forma anticipada (antes que se les pida desde abajo),  esa coalición logrará sumar votantes blandos (indecisos, nulos y blancos) antes que lo pueda hacer la coalición opositora. Al involucrar a la gente en la toma de decisiones, las colaciones reparten cuotas de poder que difícilmente serán transables con el otro bando.

En un país donde la clase política que tiene serios problemas de credibilidad, primarias son necesarias. Pero sobre todo para la Alianza, donde el Presidente incumbente ha demostrado que los conflictos de interés tienen repercusiones graves en la opinión pública. Contrario a la opinión de Rojas, pienso que la Alianza tiene mayores probabilidades de reelegirse en La Moneda si abre la posibilidad a que la gente participe en el proceso de toma de decisiones.

Es más, creo que la coalición que establezca primarias nacionales, abiertas y vinculantes tendrá una ventaja sustantiva en la carrera de 2013.

Si las Elecciones Presidenciales fueran este Domingo

Compuse un cuadro con los principales contendores a ser los candidatos presidenciales de la elección presidencial de 2013.

Para jugar con los datos, hagamos un par de suposiciones:

  1. La elección presidencial de 2013 tendrá un candidato de cada coalición.
  2. Los candidatos que estarán en la papeleta son los que están en el cuadro de arriba.
  3. Todos los candidatos tienen igual probabilidad de resultar electo dentro de sus coaliciones.

Si las suposiciones de arriba son ciertas, tenemos que:

La probabilidad de que el candidato de la Alianza sea mujer es de .33. En comparación con los hombres, la probabilidad de elegir a una mujer son 0.25 veces más bajas. En términos porcentuales, las probabilidad de elegir a una mujer es 75% más bajo que la de elegir a un hombre.

La probabilidad de que el candidato de la Concertación sea mujer es de .36. En comparación con los hombres, la probabilidad de elegir a una mujer son 0.57 veces más bajas. En términos porcentuales, las probabilidad de elegir a una mujer candidata de la Concertación es 42,8% más bajo que la de elegir a un hombre.

La probabilidad de que el candidato de la Alianza vendrá del gabinete de Piñera es de .66. La probabilidad de elegir a ex-ministro es el doble que la probabilidad de elegir a un candidato que no ha sido ministro. En términos porcentuales, las probabilidad de elegir a una ministro es 100% mayor que la de elegir a un candidato que no ha sido ministro.

La probabilidad de que el candidato de la Concertación venga del Senado es de .54. La probabilidad de elegir a Senador como candidato presidencial son 1.2 veces mayor a la probabilidad de elegir a un candidato que no es senador. En términos porcentuales, las probabilidad de elegir a una senador es 20% mayor que la de elegir a un candidato que no es senador.

La probabilidad de que el candidato de la Alianza sea militante de RN o independiente es de .55. La probabilidad de elegir a un RN o independiente como candidato presidencial es 1.2 veces mayor a la probabilidad de elegir a un UDI como candidato presidencial. La probabilidad de elegir a un RN o independiente es 26% mayor a la probabilidad de elegir a un UDI.

La probabilidad de que el candidato de la Concertación sea militante PDC es de .55. La probabilidad de elegir a un PDC como candidato presidencial es 1.2 veces mayor a la probabilidad de elegir a un candidato presidencial de otro partido de la Concertación. La probabilidad de elegir a un PDC es 26% mayor a la probabilidad de elegir a un PPD, un PRSD, un PS o un independiente.

En definitiva si las elecciones presidenciales fueran este Domingo, apostaría que el candidato de la Concertación sea un actual Senador, mayor de 50 años, militante de la PDC. Asimismo, apostaría que el candidato de la Alianza sería un actual Ministro, mayor de 50 y no militante de la UDI.

Si tuviera que adivinar, serían Ignacio Walker y Laurence Golborne. Pero eso es solo una conjetura trivial.

La rigurosidad empírica de este modelo no considera que quedan 2-años-y-medio entre ahora y el día de la elección y que pasarán muchas cosas entre medio, por lo que es imposible saber quiénes van a ser los candidatos. El modelo tampoco es sensible a casos que caen lejos de promedios, como el caso de Bachelet, quien tiene el promedio de aprobación más alto entre aquellos ránkiados en la encuesta CEP.

Pero si el patrón se mantiene: Senador/PDC/Hombre/mayor de 50 y Ministro/no UDI/Hombre/mayor de 45, entonces podremos acercarnos a identificar quiénes podrían ser posibles candidatos y dónde estará la lucha de poder. Por ejemplo: en el caso de la Concertación, la lucha de poder estaría entre Walker y Bachelet. En el caso de la Alianza, la lucha de poder estaría entre Golborne y un candidato UDI (¿Lavín?).

Candidatos a la Presidencia 2013

Estoy preparando una herramienta estadística para sacar las probabilidades de los posibles pre-candidatos de finalmente ser nominados como candidatos de sus respectivas coaliciones. Algunas estadísticas interesantes de los que están en la lista hasta el momento:

  • De los 11 pre-candidatos de la Concertación 5 son PDC, 2 son PS, 2 son PPD, 1 es PRSD y 1 es IND. Entre ellos, 5 son ex minstros de Bachelet; 6 son actuales Senadores.
  • De los 9 pre-candidatos de la Alianza 4 son UDI, 2 son RN y 3 son IND. Entre ellos, 5 son actuales ministros y 2 son actuales senadores.
  • De los 21 pre-candidatos, 7 son mujeres.
  • El rango de edad va de 37 (Enriquez-Ominami) a 64 (Hernan Larraín).

Aquí la lista:

Por la Concertación:

(1) Ignacio Walker (Senador PDC, electo para periodo 2010-2018)

(2) Michelle Bachelet (ex Presidenta PS, 2006-2010)

(3) Soledad Alvear (Senadora PDC, electa para periodo 2006-2014)

(4) Andres Velasco (ex Ministro Hacienda IND, 2006-2010)

(5) Carolina Toha (actual Presidenta PPD)

(6) Ricardo Lagos Weber (Senador PPD, electo para periodo 2010-2018)

(7) Jorge Pizarro (Senador PDC, electo para periodo 2006-2014)

(8) José Antonio Gómez (Senador PRSD, electo para periodo 2006-2014)

(9) Osvaldo Andrade (ex Ministro de Trabajo PS, 2006-2008)

(10) Claudio Orrego (Alcalde Peñalolen PDC, 2008-2014)

(11) Ximena Rincón (Senadora PDC, 2010-2018)

Por la Alianza:

(1) Hernán Larraín (Senador UDI, electo para periodo 2010-2018)

(2) Magdalena Matte (ex Ministra de Vivienda IND, 2010-2011)

(3) Pablo Longueira (Senador UDI, electo para periodo 2006-2014)

(4) Laurence Golborne (Bi Ministro Energía y Minería IND, 2010-presente)

(5) Joaquín Lavín (Ministro de Educación UDI, 2011-presente)

(6) Evelyn Matthei (Minstra de Trabajo UDI, 2011-presente)

(7) Andrés Allamand (Ministro de Defensa RN, 2011-presente)

(8) Rodrigo Hinzpeter (Ministro del Interior RN, 2010-presente)

(9) Cecilia Morel (Primera Dama)

Otros:

(1) Marco Enríquez-Ominami (PRO)